¿Qué tan malos son los malos sentimientos?

“Lo que sentimos como seres humanos no apareció de la noche a la mañana. Debe ser el resultado de millones de años de evolución de la vida en el planeta. Lo más probable es que alguna razón deba tener el que ciertas circunstancias desencadenen en nosotros ciertos sentimientos”.

Que fulanito es un envidioso, que aquella es muy rencorosa, que menganito como es de bravo o que peranita no es sino miedosa. Cada día está lleno de diatribas y elucubraciones sobre lo indeseables que nos parecen los sentimientos propios, a veces, o los ajenos, casi siempre. Pero ¿alguna vez nos hemos preguntado qué tan malos son y cuál puede ser el origen de éstos?

Algunas personas piensan que realmente deberían desterrarse estos sentimientos de nuestras vidas para poder vivir en paz y que su origen estaría en la indeseable corrupción del alma humana que produce la sociedad y/o las influencias de fuerzas oscuras que propenden por la condenación del género humano. Opiniones respetables desde luego, pero los psicólogos evolucionistas, o evolutivos, pensamos otra cosa.

Pensamos que los «malos sentimientos» no son tan malos y que su origen se remonta a cientos de miles de años atrás en los que tales afecciones del ánimo tenían una función fundamental para la supervivencia. Mejor dicho, la envidia, el rencor, la agresividad o la ansiedad, solo por citar algunos ejemplos, deben haber llegado hasta nuestros días por cumplir alguna función adaptativa ya que de otro modo seguramente habrían desaparecido o muy pocas personas los poseerían.

Si los «malos sentimientos» no tuvieran alguna importancia para la vida, tampoco sería fácil encontrar similitudes al respecto en otros animales. Y si bien no todos los animales elaboran las emociones como sentimientos, si podemos rastrear su génesis en muchos animales que le roban la presa a sus congéneres (envidia), guardan memoria de sus enemigos (rencor), reaccionan con rabia ante amenazas aparentemente insignificantes (agresividad) o hacen del miedo una forma de vida (ansiedad).

Las emociones brotan espontáneas como si fueran agua. No pueden contenerse fácilmente. Sentimos rabia, alegría, tristeza o miedo dependiendo de las circunstancias así tratemos de disimularlas. A algunos puede parecerles malo sentir lo que sentimos, valga la redundancia, o contrario a toda idealización de lo que debemos ser como humanos. Desafortunadamente algunas veces el costo de esta idealización termina dando como resultado enfermedades mentales como los trastornos de ansiedad, la manía o la depresión.

Lo anterior no quiere decir que siempre sea deseable hacer caso pleno a tales emociones y sentimientos dándole un puño en la cara al primero que nos saque la piedra pues la vida de hoy dista bastante de la que llevaban nuestros ancestros en la selva o la llanura. Pretende ser más bien un llamado a que reconozcamos que esas sensaciones que experimentamos son normales y hacen parte de lo que somos. Sin ellas no habríamos llegado hasta donde estamos, con todo lo bueno o lo malo que nos parezca. De poco sirve tratar de luchar contra nuestra propia naturaleza y darnos golpes de pecho por lo que sentimos debido a que es precisamente eso lo que nos hace verdaderamente humanos.