Que alguien diga, porque no sé: ¿qué nos hace humanos?

Por: Ramiro Velásquez Gómez

Policías colombianos se divierten torturando un perro. Un sujeto viola y mata una niña en Fusa. Una menor es obligada por los yakuzas japoneses a toda clase de sexo con 40 personas en 24 horas. ¿Qué, en verdad, nos hace humanos y nos distingue del resto de animales de este planeta aún sin rumbo?

Delincuentes que a son de nada matan unos jóvenes bogotanos en San Bernardo, dirigentes que se perpetúan en el poder a costa de hacer daño, extorsionistas baratos que asesinan un conductor en la comuna 13. ¿Qué nos hace humanos? No pueden ser dos manos y dos pies, porque otros primates los poseen y no juegan fútbol.

Sí, los chimpancés también rondan sus territorios y matan por ellos a sus congéneres. Y parece que lloran sus hijos muertos como presentaron esta semana Katherine Cronin y su equipo en un sorprendente informe en el American Journal of Primatology.

Con ellos compartimos 98 por ciento de los genes y hasta los orangutanes comparten con nosotros más genes de lo que se pensaba, dice su genoma, divulgado la semana pasada por el Centro del Genoma de la Universidad de Washington. Padecen diabetes y enfermedades cardiovasculares, como nosotros, y poseen conductos metabólicos involucrados en enfermedades neurodegenerativas en humanos. Pero eso no los hace humanos ni a nosotros un poco más orangutanes, aunque se me hace difícil no asociar a ciertas personas, con perdón de nuestros parientes simios.

¿Qué nos hace humanos entonces? Con tanta atrocidad…

Hay animales que también son capaces de agresiones políticamente motivadas, de sentir empatía y tener una cultura, como se informó el año pasado del chimango (Milvago chimango), de la familia de los halcones.

A fines de 2010, en Brown Univesity, el primatólogo Robert Sapolski decía que lo que nos hace humanos se encuentra en buena parte en la capacidad cerebral, al menos 300.000 neuronas por cada una en el cerebro de la mosca de las frutas. Hemos desarrollado tan alto número de neuronas y una más compleja red cerebral para alcanzar un grado de sofisticación no igualado por otro animal. Sí, mucha neurona, pero ¿para qué?

Provoca escozor: tanto para hacer daño sin mirar a quién, como para el bien. Para pensar y generar conocimiento o para negar todo asomo de razonamiento. Una persona ordena la muerte de alguien en la mañana y en la tarde asiste a la tierna obra teatral de su hija. O maquina para llegar al poder y hacer dinero y luego celebra a todo dar en una cárcel.

¿Somos humanos por la inteligencia o lo somos por la maldad ilimitada y la altísima capacidad de destrucción? O, por qué no, somos uno más, muy peligroso, sin dones especiales, en un mundo repleto de animales, así los otros no cacen por diversión.

La educación nos distingue, pero no es universal. Con ella se moldea la inteligencia, que como menciona Razib Khan en Gene Expresión , es heredada y se desarrolla con los años. O sea: tampoco sirve en todo y no es para todos. Porque hacen mal los que tienen postgrados y los que uno consideraba brillantes. Y no es por injusticia, pues matan y abusan los que todo tienen.

¿Será ese nuestro destino hasta que viva el último humano? Hacer el mal y hacer el bien a la vez. Atacar unos, defenderse los otros. Destructores natos. Creativos sin par. Tantos hay que dañan que no los explican los errores genéticos ni la cultura. Quizás sea parte de nuestra programación. Algo no cuadra.

Fuente: Elcolombiano.com